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Argentina campeón del Mundial de Catar: éxito deportivo, fracaso moral

La Selección Argentina volvió a consagrarse campeón de la Copa Mundial de Fútbol el pasado 18 de diciembre tras 36 años de espera en los cuales estuvo presente en dos finales (1990 y 2014, ambas perdidas ante Alemania). Esta vez fue Catar la tierra en donde floreció la alegría albiceleste, que desde Lusail se propagó a lo largo del globo hasta llegar a Buenos Aires, la capital argentina.

La conquista colectiva de la tercera estrella propició también otros tres premios individuales: el Balón de Oro se lo quedó el capitán, Lionel Messi; el Guante de Oro terminó en posesión de Emiliano «Dibu» Martínez, el arquero que fue titular en los siete encuentros disputados y figura en dos tandas de penales; y Enzo Fernández fue distinguido con el Premio al mejor jugador joven. Con estos hechos, no hablar de éxito deportivo sería caer en una necedad. Se puede discutir si la Selección Argentina fue la que mejor jugó o si fue beneficiada por decisiones arbitrales, y hasta se puede analizar si la manera en la cual se encaró este proceso que tuvo a Lionel Scaloni a la cabeza fue la adecuada. Pero que el resultado final fue exitoso es innegable.

No obstante, el éxito deportivo lamentablemente tuvo una mancha que para algunos pocos —casi nadie— será enorme, para algunos apenas será visible y para otros será inexistente: los escasos valores morales que, a través de su cuestionable comportamiento, muchos futbolistas argentinos le han mostrado al mundo entero.

UNA ANTIDEPORTIVIDAD QUE, LAMENTABLEMENTE, YA NO ES UNA NOVEDAD

Al igual que como ocurrió en la Copa América 2020 —que se disputó en 2021 por la pandemia—, jugadores como Emiliano Martínez, Nicolás Otamendi y Leandro Paredes demostraron cuán irrespetuoso se puede ser a la hora de ganar. Ese fue el caso, por ejemplo, del partido de cuartos de final ante los Países Bajos, en donde hasta Lionel Messi, que a lo largo de toda su carrera casi que no había mostrado la irrespetuosidad típica del argentino promedio, se sumó a la falta de caballerosidad de sus colegas.

Tal vez la foto que mejor describa el comportamiento de los jugadores argentinos en aquella eliminatoria es la tomada apenas el seleccionado sudamericano eliminó a través los penales a los Países Bajos. A partir de ese instante, se puede ver a Paredes y a Otamendi —junto a muchos otros de sus compañeros— festejar en la cara de unos neerlandeses que se mostraban abatidos. Sin embargo, eso no fue todo. Porque, durante el trámite del partido, Paredes despejó violentamente y con clara intencionalidad una pelota hacia el banco neerlandés, lo cual provocó una pequeña pero justificada escaramuza por parte de los rivales.

La siguiente polémica empezó en Buenos Aires, siguió en Lusail y finalizó nuevamente en la capital de la República Argentina. ¿Quién fue la víctima de las faltas de respeto esta vez? Francia y, particularmente, Kylian Mbappé. Vamos a analizarlo por partes.

¿Por qué todo comenzó en Buenos Aires? Porque los aficionados argentinos inventaron un cántico racista contra la estrella del PSG que decía: «Escuchen, corran la bola, juegan en Francia pero son todos de Angola. Qué lindo es, van a correr, son come ‘travas’ como el puto de Mbappé. Su vieja es nigeriana, su viejo camerunés, pero en el documento nacionalizado francés». Son sólo tres oraciones, pero infinitas cosas que están mal. Primero, la desinformación: su padre sí es camerunés, pero su madre es francesa de origen argelino; segundo, la ignorancia: que haya jugadores que posean origen africano no quita que sean franceses no sólo por su nacimiento en Francia, sino también por la adopción de las costumbres francesas; y, tercero, una discriminación que está presente no sólo en cuestiones raciales, sino también en cuestiones de género, pues la palabra ‘trava’ hace referencia a una relación sentimental de Mbappé con una mujer trans.

Otra de Martínez: llevando el muñeco de un bebé con la cara de Mbappé. Foto: redes sociales.

Esa canción se trasladó desde la Argentina hasta Medio Oriente y estuvo presente en casi todas las apariciones en los medios de comunicación de los simpatizantes argentinos que fueron a alentar a su selección en Catar. Y, luego, tras la conquista del certamen, volvió a hacerse presente en los festejos de los jugadores argentinos tanto en el vestuario del Estadio Lusail como en el autobús que los transportó por las calles de Buenos Aires. Y en ambas situaciones, como no podía ser de otra manera, el gran protagonista fue «Dibu Martínez»: primero entonando ese cántico racista contra los franceses en el vestuario y unos días más tarde llevando el muñeco de un bebé que tenía pegada una foto con la cara de Mbappé. Una verdadera vergüenza.

La pregunta es: ¿por qué tanto encono con el delantero francés? Está claro que ninguna agresión hacia nadie está justificada, pero cuesta entender el porqué de tanta burla por parte de los argentinos hacia Mbappé. La respuesta es sencilla: porque Mbappé dijo una verdad, y la verdad a veces duele. En una entrevista previa al Mundial, el ex Mónaco dio su parecer acerca de cómo se desarrollaría la máxima cita futbolística y, en ese sentido, vaticinó que los seleccionados europeos tendrían más chances de levantar el trofeo porque el fútbol del Viejo Continente es más competitivo. Y, a pesar de que finalmente quien se llevó el título fue Argentina, Mbappé no dijo ninguna mentira: el fútbol en Europa está más desarrollado por el siemple hecho de que allí hay más inversión, y ese poderío económico se ve reflejado en casi todos los aspecto: técnica, táctica, equipamiento, alimentación, etc. Y para muestras falta un botón: hacía 20 años que una selección no europea había ganado el Mundial (Brasil en 2002) y, si se quiere hablar de clubes, hace ya 10 años que una institución no europea se queda con el título del Mundial de Clubes (el último fue Corinthians, en 2012).

El comportamiento bochornoso de los futbolistas argentinos fue tema de debate en todo el mundo, generalmente con duras críticas ante tamañas faltas de respeto. Sin embargo, en el único lugar en donde no parecen verse esas faltas es en la propia Argentina. Algunos dicen que es parte del «folclore» del fútbol —un término que hoy en día en Argentina se utiliza para justificar absolutamente cualquier barbaridad—, otros dicen que esas actitudes son en respuesta ante provocaciones de los rivales y otros directamente no son capaces de darse cuenta de que esa forma de actuar es antideportiva porque, muy probablemente, poseen los mismos valores morales que los futbolistas en cuestión. Es decir, nulos.

Que los argentinos no sepan darse cuenta de que la imagen que los futbolistas que los representaron ante el mundo es deplorable no es ninguna novedad. Y una gran muestra de eso es la excusa de la respuesta ante una supuesta provocación, como si eso justificase recurrir a la misma forma de proceder en vez de resolver la situación con altura. Sin embargo, si se eligiera creer en un hipotético mal comportamiento de los rivales, podría decirse que una vez puede pasar. Dos, como máximo. Pero la conducta de muchos de los mencionados jugadores argentinos no es cosa solamente del Mundial de Catar, sino que ha sido una constante a lo largo de estos últimos años: ocurrió en la Copa América ante Colombia, en las eliminatorias rumbo a Catar ante Perú y Brasil, y ahora nuevamente en Medio Oriente ante los Países Bajos y Francia. ¿O será que son siempre las pobres víctimas de la historia?

Messi celebrando el 2-0 ante Países Bajos en dirección a Van Gaal. Foto: Aníbal Greco.

LA DEGRADACIÓN DE LA CONDUCTA DE MESSI

Lo mencionado acerca del enfrentamiento ante los Países Bajos no fue todo, pues Messi también formó parte de la polémica. Porque mientras el encuentro se estaba llevando a cabo, el capitán argentino contribuyó en la alimentación de la lamentable imagen de su seleccionado tras festejar haciendo el gesto del Topo Gigio en la cara del entrenador orange, Louis van Gaal, a quien además fue a buscar tras concluir el cotejo. El motivo exacto de por qué hizo eso no se sabe, pues se habla tanto de una respuesta del jugador del PSG ante unas críticas tácticas por parte del DT —algo que coincidiría con el gesto que el rosarino le hizo con la mano— como de una pequeña venganza en favor de su amigo Juan Román Riquelme, a quien Van Gaal no quiso en el Barcelona… ¡hace veinte años! De cualquier manera, ya sea por una cosa o por la otra, lo de Messi, quien además tras el final del partido insultó a un rival con la ya popularizada frase «Andá pa’ allá, bobo» (sic), es increíble: no mostraba un comportamiento así ni cuando era un juvenil inexperto que daba sus primeros pasos en el fútbol, pero lo hace ahora que ya tiene 35 años sobre el lomo.

De todas formas, lo ocurrido ante los neerlandeses no fue el único exabrupto de Messi en representación de la Selección Argentina. Es más, si se quiere hilar fino, podríamos decir que el rosarino fue quien comenzó a llevar por el sendero de la polémica al seleccionado conducido por Scaloni. El hecho puntual se produjo durante la Copa América de Brasil 2019, en la cual Messi, luego de que Argentina quedara eliminada ante los locales en semifinales, tildó a la CONMEBOL de corrupta y denunció un supuesto arreglo para que los brasileños fueran los campeones, alegando que los árbitros «se cansaron de cobrar boludeces». Y mejor ni ahondar en la denuncia en sí, pues entonces habría que preguntarle al rosarino si seguía pensando lo mismo dos años después cuando Argentina se consagró campeón justamente venciendo a un Brasil que nuevamente fue local

Messi fue a buscar a Van Gaal tras el Argentina-Países Bajos en cuartos de final. Foto: AFP.

La conducta de Messi reviste mucha curiosidad, ya sea que se lo analice desde lo personal hasta lo que genera en los aficionados argentinos. En cuanto a lo primero, lo que llama la atención es que justamente ahora, sobre el final de su carrera y con casi 20 años de trayectoria futbolística profesional, brinde esta imagen irrespetuosa ante jugadores y entrenadores rivales, insultándolos y provocándolos. Y en relación a lo segundo, es decir, a los sentimientos que genera en la masa argentina, lo que indigna es ver cómo ahora se lo respeta más. Independientemente de que ese amor consumado que ahora sienten los argentinos por él tiene como gran base el exitismo —pues hasta antes de conquistar la Copa América todavía era increíblemente cuestionado por muchos cuando había sido el jugador más regular de la Selección Argentina durante años—, también se puede apreciar cómo el común denominador de sus compatriotas le festeja tanto las declaraciones filosas como los enfrentamientos físicos y verbales con los rivales. Algo que resulta irónico, pues muchos de esos mismos que hoy con capaces de tatuarse el «Andá pa’ allá, bobo» son los mismos que antes ponderaban la ejemplar conducta deportiva de Messi a la hora de considerarlo el mejor de todos los tiempos por sobre Diego Maradona, a quien la verborragia y las polémicas de toda índole lo acompañaron durante toda su carrera.

Aunque no esté escrito en ningún lado, tanto en el deporte como en la vida misma hay que mostrar respeto y caballerosidad. En el ámbito deportivo, ser caballeroso implica que hay que saber perder, pero también que hay que saber ganar. La Selección Argentina, a través de muchos de sus integrantes, a lo largo de toda esta senda positiva bajo el mando de Scaloni ha demostrado que, al menos, ganar no sabe. La tercera estrella a los argentinos no se la quitará nadie y eso seguramente es todo lo que les vaya a importar de acá hasta el último de sus suspiros. Pero eso no quita la vergonozosa imagen moral que dieron ante los ojos del mundo, y eso algún argentino lo tenía que señalar.

Imagen destacada: Reuters.

Periodista y escritor. Me gusta contar historias.

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