
El camaleónico Café Viena: tradición y paz en pleno centro de Madrid
Madrid, al igual que la gran mayoría de las capitales del mundo, no puede escapar a la globalización. Un fenómeno que lleva a las personas y a las compañías a trascender fronteras, y que tiende a homogeneizar hábitos y costumbres. Por eso, toparse con algo distinto es como hallar una palmera en una playa durante un abrasador verano. Esa es la sensación que genera, por el ejemplo, el Café Viena de la capital española.
Situado en el distinguido barrio de Argüelles —en la intersección de las actuales calles de Luisa Fernanda y de Juan Álvarez Mendizábal—, el Café Viena es ese oasis de calma que se necesita en una ciudad tan turística como lo es Madrid. A tan sólo unos metros de la superpoblada Plaza de España, el café inaugurado en 1928 no sólo ofrece infusiones, pastelería y tapas, sino algo mucho más importante: la posibilidad de escapar, aunque sea por un instante, al bullicio de una urbe que recibe millones de visitantes al año. A pesar de la cercanía con el centro madrileño, el Café Viena, que está dotado de esa extraña calma propia del barrio que lo acoge, le permite al cliente leer un libro en un ambiente sereno, ajeno a esos turistas cazadores de fotos para las redes sociales y con algunos detallitos en su estética que transportan fácilmente a la época de su fundación.
UN SITIO QUE MARCÓ UN HITO EN LA HISTORIA DE MADRID
El Café Viena nació como tal en 1928, pero tiene unos orígenes incluso más antiguos. Ocurre que, antes del café que lleva el nombre de la actual capital austríaca, un empresario español establecido en Madrid, Matías Lacasa, obtuvo la licencia estatal para producir en solitario el pan vienés en la ciudad durante diez años. Un hito que se produjo en 1873, mismo año en el cual se llevó a cabo la Exposición Universal de Viena, por entonces capital del Imperio austro-húngaro, en donde se dio a conocer al mundo los secretos del famoso pan austríaco. Lacasa, que estuvo presente en aquel evento, vio la oportunidad de negocio y rápidamente la implementó en Madrid en un negocio que pasó a conocerse como Despacho central de pan de Viena.
La venta en Madrid del pan vienés, que en ese entonces era considerado novedoso —y, por ende, de lujo—, convirtió a Lacasa en un pionero y a su establecimiento en uno de los más solicitados de la ciudad. Al estar ubicada en la que en aquella época era conocida como calle de los Capellanes —actual calle del Maestro Victoria—, la panadería rápidamente comenzó a ser conocida como Viena Capellanes, un nombre que finalmente terminó adoptando y que hoy en día distingue a una compañía que posee varios establecimientos en la capital del reino.
ESCRITORES RECONOCIDOS, NUEVOS DUEÑOS Y MÁS INNOVACIÓN
Lacasa falleció en 1894, pero Viena Capellanes no sólo no perdió su buen ritmo de ventas, sino que se expandió. Tras un breve período en manos de los hermanos Ricardo, Pío y Carmen Baroja —que eran sobrinos de Lacasa y a la postre se convertirían en reconocidos escritores—, la compañía fue comprada por el gallego Manuel Lence, un empleado que la llevaría al siguiente nivel tras inaugurar, como se mencionó anteriormente, el Café Viena en 1928.
Sin embargo, lo que llevó a la empresa a crecer no fue la inauguración del Café Viena propiamente, sino, una vez más, la innovación. Porque si ya Viena Capellanes era reconocida por unos panes vieneses que habían sido tendencia cincuenta años atrás, tras quedar en manos de Lence lo fue aún más al ofrecer a la ciudadanía madrileña otros productos de pastelería vienesa que se vendían de dos formas distintas pero igual de importantes: en el propio Café Viena, que comenzó a tornarse vital en Madrid por ser un punto habitual de encuentro de destacadas figuras de la sociedad capitalina de aquel entonces, incluidos sus antiguos propietarios, los Baroja; y a domicilio, una vía novedosa para unos años treinta en los cuales Viena Capellanes, además de sus varias sucursales y del Café Viena, poseía coches para repartir sus originales y demandados productos.
Además, y como si todo eso fuese poco, las revolucionarias ideas de Lence —que hasta lo llevaron a ser proveedor de la Casa Real— incluyeron también la fabricación de pan integral y de diversos tipos de panes para enfermos, diabéticos y vegetarianos. Por este motivo, también en el Café Viena comenzaron a ser habitués no sólo los vegetarianos que vivían en Madrid en aquel entonces, sino también los miembros de las altas esferas de la Sociedad Vegetariana española —con sede en la ciudad—, entre los cuales se encontraban prestigiosos médicos de la época.

CRISIS, RESURGIMIENTOS Y ACTUALIDAD
La guerra civil española (1936-1939) hizo mella en las calles de Madrid y el Café Viena, al igual que el resto de los activos de Viena Capellanes, sufrieron las consecuencias. Sin embargo, esa misma capacidad de innovar que llevó a Lence a afirmar el nombre de su compañía en la escena madrileña fue también la que lo ayudó a reinventarse para sobreponerse a uno de los conflictos bélicos más trascendentales de la historia de España.
No obstante, la guerra civil no fue la única crisis de la cual Viena Capellanes debió recuperarse. Si se cuenta desde su creación en 1873, la compañía fue testigo, además, de dos guerras mundiales y de dos pandemias: la de la gripe española, en 1918, y la del COVID, en 2020. Y esta última, la más reciente, fue la que planteó un verdadero desafío para una empresa que, según sus dueños, debió ver cómo sus ventas caían hasta un 70%.
Y fue ahí donde, una vez más, esa innovación tan característica de Viena Capellanes volvió a ser el salvavidas que la mantuvo a flote en el medio de un océano de dificultades. Porque la compañía continuó con un ya previamente iniciado proceso de reinvención que la llevó a expandirse más allá del Café Viena y de las confiterías. Una modernización del modelo de negocios que consistió, fundamentalmente, en la implementación de servicios de catering corporativos y en el salto al rubro de la hostelería a través de dos restaurantes: uno en la calle de Génova y otro en el mítico Café Viena de la calle de Luisa Fernanda.
Puede que, al caminar por las calles de Madrid, muchos no reparen en él. Está cerca del centro, pero, a la vez, en una zona tranquila de un coqueto barrio que atrae más a los turistas a través del Parque de la Montaña y su misterioso Templo de Debod. Sin embargo, el Café Viena está ahí y lo tiene todo: una historia fascinante que incluye una destacada faceta literaria, una pastelería que se renueva constantemente y la originalidad de ser de esos pocos lugares de la capital española en donde se puede disfrutar de un café sin las prisas a las cuales nos arrastra la globalizada vida cotidiana. Un sitio que, sin lugar a dudas, te lleva de viaje hacia a otra época.
Imagen destacada: Martín Bugliavaz.

