
El éxito y el fracaso según la ilusión del iceberg
Cuando pensaba en crear esta sección de mi web, el tema que más me venía a la mente para escribir era el de un concepto que se conoce como la teoría del iceberg o como la ilusión del iceberg. A mí me gusta más el segundo término, porque el primero suele estar más relacionado o con la escritura o con la psicología.
¿De qué se trata, entonces, la ilusión del iceberg? Del éxito, esa palabra tan relativa como peligrosa. Esta metáfora lo que plantea es que la gente que juzga nuestros éxitos no tiene la capacidad de ver lo que realmente nosotros trabajamos para alcanzarlos. En ese sentido, el iceberg es la figura indicada para graficar esa situación, puesto que se trata de un témpano de hielo cuyo cuerpo está dentro y fuera del agua. Y aunque nosotros siempre vemos lo que hay sobre la superficie acuática, la realidad es que la masa de hielo sumergida es muchísimo mayor que la que nosotros podemos apreciar desde arriba.
Este concepto está íntimamente ligado a lo desarrollado en el post anterior de Mis cavilaciones, en el cual hablé sobre la mirada ajena y cómo nos afecta. La ilusión del iceberg es el claro ejemplo de cómo las personas muchas veces se toman la atribución de realizar un juicio de nuestras vidas sin conocer todo lo que hay detrás de cada decisión que nosotros tomamos.
Imaginemos que el éxito, en nuestro caso, está representado por la obtención de un logro académico. Seguramente, muchas personas nos felicitarán aunque realmente piensen que nuestro logro no merece tal felicitación. Es probable que piensen que lo que estudiamos es «fácil» —algo que se acrecentará si encima nos graduamos con excelentes calificaciones—, o que la institución a la que fuimos no es prestigiosa, o en muchos casos intentarán desmerecernos si es que sólo nos hemos dedicado a estudiar. Pero lo que la gente no ve es todos los pasos previos que nosotros tuvimos que ir dando poco a poco para alcanzar ese tan ansiado objetivo. Siguiendo este mismo ejemplo, lo que ellos no pueden ver son las noches de insomnio para realizar trabajos o estudiar, los malabares para poder encontrar el tiempo necesario para hacer actividades grupales con otros compañeros y, mucho menos, las cosas que decidimos sacrificar en pos de llegar a la meta. Ellos no ven que dejamos de ir a ver a nuestro equipo de fútbol favorito, que dejamos de ir al cine, que pasamos menos tiempo con nuestros seres queridos o hasta que dejamos de descansar como nuestro cuerpo requiere. No, ellos sólo ven nuestro éxito sin valorarlo como se merece porque sólo distinguen los picos del iceberg.
Como dije anteriormente, el éxito es relativo. Subjetivo. Cada uno decide cuál es el éxito o el fracaso (qué palabra tan horrible, ¿no?) en sus luchas. Supongamos ahora que nuestro objetivo es emigrar. ¿Cuál es el éxito? Desde mi punto de vista, el éxito es intentarlo. ¿Y cuál es el fracaso? Simplemente no intentarlo. Y a pesar de que esto aplica en todo propósito que nosotros tengamos, tal vez en el campo de la migración es donde más se aprecia esta ilusión del iceberg. ¿Cuántas veces hemos escuchado a la gente decir que alguien que se fue al exterior y volvió, lo hizo «con el caballo cansado»? Eso se debe a que esas personas, en primer lugar, evalúan el éxito de una forma distinta a la nuestra. Ni mejor ni peor, simplemente distinta. Para muchos de ellos el éxito habría sido quedarse a vivir en el exterior, llenar la cuenta bancaria de dinero y comprarse una mansión al borde del mar. Entonces, desde ese punto de vista, tildan a los demás de fracasados cuando, en realidad, aquellos «fracasados» quizá encontraron lo que fueron a buscar y no se trataba de algo material. Y si no lo encontraron, al menos lo intentaron y se quitaron de la mente esa horrible frase que empieza con: «Qué habría pasado si…». Además, detrás de esa migración —que en el momento que se produjo fue vista sin lugar a dudas como un éxito para los demás— hay horas y horas de investigación, de trámites, de consultar experiencias similares y hasta de librar duras batallas emocionales. Pero claro, esa es la parte del témpano que está bajo el agua. Nadie la ve.
La ilusión del iceberg, lamentablemente, estará presente en muchos aspectos de nuestras vidas. El éxito es peligroso, pues es capaz de despertar tanto en uno como en los demás sentimientos muy nocivos. Y más allá de que con los sentimientos ajenos nosotros no tenemos nada que hacer, sí podemos trabajar los nuestros y recordar que cada uno de nuestros logros tiene como base un cúmulo de decisiones, esfuerzos, sacrificios y mucho trabajo que permitieron que se concretasen. Aunque lo demás no puedan hacerlo, nosotros sí tenemos que tener muy presente que el iceberg no es sólo el hielo que flota sobre el agua. Es mucho más.
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