
«El padrino», una obra de arte más allá de la pantalla grande
Contó una vez Mario Puzo, el co-guionista de la popular saga de películas de El padrino junto al renombrado director Francis Ford-Coppola, que, a pesar del éxito rotundo de dichos films, un buen día quiso mejorar sus habilidades como guionista y por eso decidió apuntarse a un curso. Y fue allí cuando se llevó una enorme sorpresa al ver que en el material didáctico del curso recomendaban tomar como modelo el propio guion que Puzo había hecho para la mítica producción protagonizada por Marlon Brando y Al Pacino.
Y, más allá de la sorpresa de un guionista tan exitoso como humilde, lo cierto es que tamaño elogio estaba merecido por partida doble, pues lo que Puzo hizo con la saga de películas fue adaptar una historia que él mismo había publicado en 1969 en formato de novela. Un éxito por partida doble, porque la novela, a pesar de no tener el enorme reconocimiento del cual sí goza su versión para la pantalla grande, es igual de cautivante.
Lo que narra el libro es lo que cuentan las dos primeras películas de la saga cinematográfica. Con algunas variaciones mínimas que el autor debió realizar para poder contar esa misma historia en el cine, claro, pero con la misma esencia: la del efecto atrapante que posee la vida de Michael Corleone y su sorprendente transformación hasta convertirse en la cabeza de la Familia Corleone, una de las organizaciones criminales más respetadas de los Estados Unidos.
Contar detalles desconocidos de una historia tan popular como la que ofrece El padrino es difícil, pero en líneas generales podría decirse que lo que la novela podrá aportarle a aquella persona que primero haya visto las películas es justamente eso: detalles. Más precisamente aquellos que describen a la perfección lo que pasa por la cabeza de un Michael que, por esas cosas de la vida, se ve arrastrado a tomar las riendas del imperio que había construido su ahora agonizante padre, Vito. En ese sentido, la prolificidad de información que Puzo plasma en las hojas es la clave para que el lector se sumerja no en una burda historia de mafiosos, sino en la de un hombre que parecía estar destinado a una vida que repudiaba y de la cual se quería alejar. Un hombre que, llegado el momento, no titubeó a la hora de hacerse cargo de los destinos de sus seres queridos incluso en perjuicio de sus propios planes de vida.
A pesar de que leer la novela de El padrino sin ponerles a los personajes los famosos rostros que les dieron vida a través del celuloide no es tarea sencilla, lo cierto es que vale la pena hacerlo. Ya sea que se hayan visto o no las películas previamente, fundirse en la historia que Puzo creó equivale a vivir una experiencia distinta. Porque allí los personajes están revestidos por esa complejidad que sólo la extensión de un género literario como la novela les puede dar, y con eso el lector logra comprender con mucha mayor precisión los tejes y manejes tanto de la Familia Corleone como de todas aquellas otras que también forman parte del mundo criminal que el autor italoestadounidense imaginó hace ya más de cincuenta años y que hoy protagoniza una de las historias de culto por excelencia de toda la historia del cine.
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