
El Palacio Barolo, el edificio de Buenos Aires que dio vida a la Divina Comedia de Dante Alighieri
La Divina Comedia es una obra literaria tan importante que no sólo marcó un antes y un después para Italia —cuyo idioma oficial, el italiano, deriva del dialecto en el cual Dante Alighieri escribió su más reconocido trabajo—, sino que, además, trascendió en el resto del mundo. Tal es así que en Buenos Aires, a miles de kilómetros de distancia, hay un edificio entero que está inspirado en ella. ¿De cuál se trata? Del Palacio Barolo.
Parece uno más. De hecho, casi parece estar escondido entre los demás edificios y los frondosos árboles que decoran el paisaje urbano de la mítica Avenida de Mayo. Sin embargo, cuando uno se detiene a verlo se da cuenta al instante de que el Palacio Barolo tiene algo especial. Algo así como un aire místico que ya desde el exterior adelanta las maravillas que le esperan a los visitantes en su interior.
LA DIVINA COMEDIA: UNA OBRA LITERARIA QUE LO TIENE TODO
Pero para comprender mejor la magnitud artística que tiene la arquitectura del Palacio Barolo, primero es importante saber de qué se trata la Divina Comedia, la obra en la cual se basó el arquitecto italiano Mario Palanti, que diseñó el edificio a pedido de su compatriota Luis Barolo, un empresario agrotextil.
La Divina Comedia es un poema escrito por el escritor italiano Dante Alighieri. No se sabe con exactitud en qué año fue escrito, pero lo que sí se sabe es que con el tiempo se convirtió en una obra maestra y en un ícono tanto para el autor como para Italia.
La obra sigue las aventuras del propio Dante por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. El autor se incluyó a sí mismo en la obra y relató los distintos obstáculos que imaginó que debería haber sorteado en el Infierno y en el Purgatorio para llegar hasta el Paraíso, donde lo espera su amada Beatrice.
La Divina Comedia —a la cual el autor en realidad tituló Comedia, pues tiene un final feliz y, por ende, no es una tragedia— está justamente dividida en tres partes, y en cada una de ellas Dante narra con alegorías, metáforas y muchas figuras mitológicas lo que él imaginaba acerca del Infierno, el Purgatorio y el Paraíso. Y aunque toda la obra es una genialidad, tal vez la parte más impactante es la del Infierno, en la que Dante describe las penas que sufren los pecadores y donde incluso pone como ejemplos a muchos destacados artistas de la historia, como es el caso del poeta romano Virgilio, a quien le asignó la responsabilidad de ser su guía en su camino hacia el Paraíso.

EL PALACIO BAROLO: LA ARQUITECTURA COMO TRANSFIGURACIÓN DE LA LITERATURA
Ya en conocimiento del tema, es momento de introducir sin más preámbulos al Palacio Barolo, cuyo diseño hace homenaje a la obra maestra de Dante Alighieri. ¿Cómo? Todo comenzó cuando Luis Barolo, que llegó a Buenos Aires en 1890, quiso construir un edificio de oficinas para obtener ganancias a través de las rentas. Pero no quería cualquier edificio, sino uno que tuviera referencias a la Divina Comedia y que potencialmente albergara en un futuro los restos del escritor, pues pensaba que en algún momento llegarían a perderse en una Europa que él imaginaba totalmente devastada por las distintas guerras que allí se producían. Fue por eso que le encomendó el proyecto a su coterráneo Mario Palanti, un arquitecto y pintor que, además, también era un apasionado por el poema dantesco.
Esa fue la raíz de un edificio que comenzó a construirse en 1919 y que quedó inaugurado cuatro años más tarde, en 1923. Y acá viene lo interesante: el Palacio Barolo tiene 100 metros de altura, 22 pisos y 9 bóvedas de acceso en el pasaje central que conecta la Avenida de Mayo con la calle Hipólito Hirigoyen —algo que se conoce como el Pasaje Barolo—. Y a pesar de que todo eso suena a datos técnicos comunes a cualquier edificio, en realidad no lo es: porque los 100 metros de altura hacen referencia a los 100 cantos de la Divina Comedia; los 22 pisos tienen que ver con la cantidad de estrofas de los versos de la obra; y las 9 bóvedas hacen alusión a los 9 anillos del Infierno.
Pero eso no es todo, porque hay mucho más. Al igual que en la Divina Comedia, en la cual Dante tiene que ascender desde el Infierno hasta el Paraíso, el Palacio Barolo tiene divididos sus pisos en tres etapas: los dos subsuelos y el pasaje central corresponden al Infierno; luego sigue el Purgatorio, que abarca desde el piso 1 hasta el 13; y por último en el piso 14 se llega al Paraíso, donde comienza la Torre del Barolo, que está coronada con un faro que, en el momento de su inauguración, era visible desde el Uruguay.
Entrar en el Palacio Barolo es como trasladarse hacia otro tiempo y hacia otro lugar. Porque ya desde el inicio el visitante se topa con un pasaje central que, como hace referencia al Infierno, contiene un sinfín de detalles simbólicos que tienen que ver con él, como las lámparas adornadas con cóndores y dragones. Y más tarde, en lo que ya sería el Purgatorio, sobre las paredes se pueden ver plasmados los siete pecados capitales que, según el cristianismo, una persona debe purgar para alcanzar el Paraíso.
A todo eso se le suma, además, las inscripciones en latín que se pueden ver en diferentes sectores del edificio, referencias a la masonería —como la flor de lis que adorna la aguja de un ascensor, algo que coincide con las versiones que aseguran que tanto Barolo como Palanti eran masones— y las increíbles vistas de Buenos Aires que se obtienen desde distintos puntos de su magnífica estructura, entre las cuales se destaca la panorámica del Congreso de la Nación.
EL PALACIO SALVO: EL GEMELO URUGUAYO DEL BAROLO
Como si tanta magnificencia no le hubiese bastado, Palanti se encargó de llevar a cabo un edificio igual al Palacio Barolo pero en Montevideo: el Palacio Salvo, que tomó su nombre por los empresarios José y Lorenzo Salvo, quienes fueron los impulsores del proyecto.
Ubicado en la intersección de la icónica Avenida 18 de Julio con la calle Plaza Independencia, el gemelo uruguayo del Palacio Barolo fue inaugurado en 1928 y también cuenta con referencias a la Divina Comedia. La idea de Palanti era que, a través de la conexión de los faros de ambos edificios, se generara un puente de luz que se convirtiese en un distintivo para los países separados por el Río de la Plata. Sin embargo, por un error en los cálculos, el deseo de Palanti nunca pudo concretarse.
Luis Barolo murió en 1922, por lo que no llegó a estar presente en la inauguración del edificio que inmortalizó su apellido y que hasta incluso llegó a ser el más alto de Sudamérica. Y a pesar de que tampoco logró que su proyecto albergara los restos mortales de su tan admirado Dante, se puede decir que la memoria de Barolo puede estar en paz, porque el homenaje que le hizo al creador de la Divina Comedia es colosal. Y eso no lo puede negar nadie que conozca el Palacio Barolo.
Imagen destacada y galerías de imágenes: Martín Bugliavaz.

