
«El profesor de persa», un drama peculiar acerca de la Segunda Guerra Mundial
Tener presente la historia siempre es necesario para entender nuestro presente y pensar mejor en nuestro futuro. Es por eso que el sinfín de relatos pertenecientes a los hechos relacionados con la Segunda Guerra Mundial nunca pasan de moda, algo que la película El profesor de persa se encarga de dejar claro.
La coproducción rusa-alemana-bielorrusa se estrenó el pasado 2020 y cuenta la historia de Gilles (Nahuel Pérez Biscayart), un joven judío belga que al principio del film es arrestado por la SS cuando intentaba escapar hacia Suiza, una nación que durante la Segunda Guerra Mundial se mantuvo en una posición neutral. A pesar de que todos los judíos que iban con él terminan siendo ejecutados, Gilles logra salvarse primero fingiendo su muerte antes de recibir los disparos y luego haciéndose pasar por persa, algo que a priori puede justificar por poseer un libro escrito en persa que justo antes de ser capturado había cambiado por un sándwich. Primer guiño del destino.
El segundo guiño se produce inmediatamente a continuación, cuando los oficiales alemanes a pesar de las sospechas sobre su verdadero origen lo llevan hacia el campo de concentración francés de Struthof-Natzweiler para dejarlo en manos del oficial al mando, Klaus Koch (Lars Eidinger), que justamente estaba en busca de alguien que le enseñara persa para poder emprender un viaje hacia Irán.
Y es allí donde empieza lo interesante de la película, que logra generar una gran variedad de sensaciones para el espectador. Una de ellas tiene que ver con la empatía que despierta Gilles, que realiza un esfuerzo sobrehumano no sólo para inventar un idioma que no conoce y sonar convincente, sino además para recordar cada una de las palabras que va creando. Por otra parte, la desesperación que experimenta el protagonista también logra traspasar la pantalla cuando teme ser descubierto por uno de los soldados que lo capturó y que desconfía de él; más adelante cuando llega un verdadero persa al campo de concentración; y también cuando comete equivocaciones al hablar el idioma ficticio en presencia de Koch.
Sin embargo, justamente la relación de Gilles con Koch es uno de los puntos fuertes del largometraje. Porque tras superar sus sospechas iniciales, el alemán le toma cariño a Gilles y no sólo le brinda una posición de privilegio dentro del campo de concentración, sino que además le abre su corazón al contarle detalles de su infancia y de su futuro viaje a Irán, donde pretende dejar el uniforme militar para dedicarse a la gastronomía.
El profesor de persa, que desde su estreno acumuló nominaciones, premios y excelentes críticas, está basada en un relato breve del escritor alemán Wolfgang Kohlhaase llamado Invención de un lenguaje. Y el director, el ucraniano Vadim Perelman, se tomó al pie de la letra el nombre de la obra y acudió a un filólogo de la Universidad Estatal de Moscú para la creación del idioma ficticio que Gilles desarrolló en la película. De hecho, Perelman se tomó tan en serio la aventura que hasta se llegó a crear un diccionario de 300 palabras que, en una entrevista con el sitio Deadline, prometió publicar algún día.
¿Qué otras sensaciones nos deja El profesor de persa? Sin lugar a dudas la destacada actuación del argentino Pérez Biscayart, que logra conmover con las penurias que sufre un personaje al que debe interpretar en francés; la originalidad de presentar una historia en un campo de concentración nazi en Francia, hecho que además adquiere una mayor relevancia si se tiene en cuenta que el idioma ficticio creado para la película está basado en los nombres de los franceses exterminados en Auschwitz; y por supuesto que también el conocido pero siempre necesario mensaje que emiten las películas de guerra, que nos muestran las atrocidades de las cuales es capaz el ser humano y que indefectiblemente debemos evitar.
Imagen destacada: Hype Film, ONE TWO Films, LM Media y Belarusfilm.


2 Comentarios
mak
Buen articulo, la quiero ver, cada vez hay menos sitios donde se puede ver peliculas
Martín Bugliavaz
¡Muchas gracias, Mak!