Literatura

«El túnel» de Sabato y el drama de la soledad

Qué solo se habrá sentido Juan Pablo Castel. Qué cosas habrán pasado por su mente para hacer lo que hizo. Qué daño puede generar la soledad en ciertas personas. Esas son algunas de las reflexiones que al lector le pueden llegar a rondar por la cabeza tras terminar de leer El túnel (1948), la primera novela publicada por el escritor argentino Ernesto Sabato.

El autor bonaerense logró con su primer trabajo generar un clima cautivante a lo largo de todas las páginas. Porque, por un lado, no se puede dejar de sentir rechazo por la actitud del protagonista, Castel, quien ya desde las primeras páginas se muestra violento hacia una mujer que no conoce pero que dice amar, María Iribarne. Por el otro, porque con el correr del relato se va entendiendo que su comportamiento es parte de los estragos afectivos que la soledad hizo en él, un pintor solitario que detesta visceralmente al resto de las personas.

EL PORQUÉ DEL NOMBRE: EL TÚNEL DE LA SOLEDAD

«…y que en todo caso había un solo túnel, oscuro y solitario: el mío, el túnel en el que había transcurrido mi infancia, mi juventud, toda mi vida».

Ernesto Sabato en El túnel (1948)

El túnel es la metáfora que Sabato escogió para describir la soledad en la cual se encuentra envuelto Castel, quien con sus palabras explica sobre el final del libro por qué cree que no funcionaron las cosas entre él y María. En ese sentido, el protagonista entiende que malinterpretó su relación con ella y que creyó que iban en túneles paralelos destinados a encontrarse, cuando en realidad ella era libre y él la observaba a través de su propio y único túnel.

Ese vacío que Juan Pablo Castel experimenta en su interior se puede apreciar ya desde el comienzo de la novela, cuando dice sentirse enamorado de una mujer que no conoce sólo porque ella reparó en un detalle de una pintura suya que para él es muy significativo y que nadie más había apreciado hasta ese momento. A partir de ahí, Castel desarrolló una obsesión enfermiza con María Iribarne, a la cual persiguió incesantemente hasta terminar quitándole la vida.

Ernesto Sabato en 1975, a 27 años de publicar «El túnel». Foto: EFE.

EL SUSPENSO COMO PARTE DE LA TRAMA

A los problemas psicológicos que le otorgó a su personaje, Sabato además le añadió una buena dosis de suspenso a la trama. Porque la locura de Castel se ve alimentada por las sospechas que él tiene acerca de María, una mujer casada con un hombre ciego, Allende. Una mujer que, sin embargo, se siente atraída por Castel al menos espiritualmente tras comprender el significado de aquella pintura tan relevante para el artista.

Las sospechas de Castel se deben al modo de ser reservado de María, lo que lo lleva a pensar que él no es el único con el cual vive un amorío extramatrimonial, e incluso llega a pensar que mantenía relaciones sexuales con el primo de su marido, Hunter. Todas esas conjeturas que Castel va hilvanando a lo largo de la historia —entre ellas, que María es una prostituta— nunca llegan a ser corroboradas, algo que deja al pintor como una persona obsesiva y violenta, cualidades que finalmente lo transformarán en un asesino.

Con El túnel, Ernesto Sabato logró presentar en 1948 un personaje profundo y una relación amorosa conflictiva que tranquilamente podrían ser de los tiempos que corren. Además, el escritor describió a través de las páginas muchos recovecos de una buena Buenos Aires antigua que inmortalizó en el papel. Y, como si todo eso fuera poco, con esta obra Sabato empezó a grabar su nombre dentro de la literatura argentina y universal, donde hoy ocupa un lugar destacado.

Imagen destacada: Martín Bugliavaz.

Periodista y escritor. Me gusta contar historias.

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