
«Harry Potter y el legado maldito»: una original continuación de la magia
Este artículo pretende ser una reseña de Harry Potter y el legado maldito, la obra de teatro estrenada en 2016 en el Theatre Palace de Londres que fue escrita por J.K. Rowling —la creadora de toda la magia— y el guionista Jack Thorne, y cuya dirección estuvo a cargo de John Tiffany. Pero también una vía de expresión para un fanático arrepentido que durante años se negó a leer la continuación de una de las sagas literarias más importantes de todos los tiempos. ¿Y por qué la negación? Sencillamente por temor a arruinar la maravillosa imagen que los siete libros anteriores habían dejado en mi memoria.
La historia de El legado maldito inicia 19 años después de los hechos acontecidos sobre el final de Las reliquias de la muerte. De hecho, justamente este octavo libro comienza con la misma escena final del séptimo, en la cual un Harry Potter ya adulto —que trabaja como auror en el Ministerio de la Magia— despide en la Plataforma 9 y 3/4 de la estación King’s Cross a dos de sus tres hijos: James Sirius Potter y Albus Severus Potter. Esa escena repetida, que en Las reliquias de la muerte parecía intrascendente más allá de mostrar a los protagonistas más maduros, resulta ser trascendental para la trama de El legado maldito, pues el foco está puesto en el ánimo y los consejos que Harry le da a Albus, quien ese mismo año comienza sus estudios en Hogwarts y teme ser destinado a Slytherin por el Sombrero Seleccionador.
Por el lado de Slytherin también llega otro de los atractivos de la historia, pues ya vistiendo los colores verde y plata Albus termina de consolidar su amistad con la primera persona que conoció en el tren camino a Hogwarts: Scorpius Malfoy, hijo de Draco, un ex mortífago y otrora también enemigo de Harry. Y la relación no sólo no es un detalle menor, sino que cobra un papel preponderante en una trama que tiene tanto a Albus como a Scorpius como protagonistas principales.
Y justamente ese temor de Albus se termina convirtiendo en una realidad cuando el sobrero mágico lo envía a la casa de la serpiente, la mayor cuna de magos tenebrosos y en la cual podría haber estado Harry, quien en su momento le rogó al sobrero ser enviado a Gryffindor por el mismo miedo que ahora siente su hijo. Sin embargo, eso no ocurre con Albus, que finalmente es seleccionado para Slytherin, y ese es uno de los mayores atractivos de la historia, es decir, que uno de los hijos del mago que derrotó a Lord Voldemort pertenezca a la casa de quien supo ser el máximo enemigo de su padre y el mago más tenebroso de todos los tiempos.
Porque si bien el título original de la obra hace referencia a Albus —pues en inglés se llama The Cursed Child, que traducido sería «el niño maldito»—, lo cierto es que Scorpius es igual o más importante en los hechos que desencadenan el conflicto de la historia. ¿Y cuál es el conflicto? Un viaje en el tiempo a la época en la cual se centra el cuarto libro de la saga, El cáliz de fuego, en donde Albus y Scorpius intentarán salvar la vida de Cedric Diggory durante el Torneo de los Tres Magos utilizando un giratiempo. Y eso para mí constituye otro punto a favor para la obra, pues hace referencia a mi libro favorito de la saga. Una cuestión estrictamente personal, claro está.
Ahora bien, ¿por qué salvar a Cedric? Esa pregunta tiene dos respuestas y ambas le aportan matices distintos pero igual de interesantes al argumento. En principio, la idea surge en la mente de Albus cuando el padre de Cedric, Amos, se presenta en su casa para hablar con Harry, a quien le pide que use un giratiempo para salvar la vida de su hijo, quien había sido asesinado por Colagusano el día del retorno de Voldemort. Ante la negativa de Harry, Albus decide robar en el Ministerio de la Magia el giratiempo y viajar hacia el Torneo de los Tres Magos con Scorpius para impedir que Cedric gane el certamen y así evitar su muerte. Pero la decisión de Albus no sólo radica en el pedido de Amos en sí, sino que también entra en juego la mala relación que tiene con Harry debido a unas diferencias que parecen insalvables. Y este punto debo decir que se convierte en uno de los aspectos negativos del libro, pues el Harry cuarentón es presentado como una persona débil de carácter que no sólo no comprende ni un poco el sufrimiento de su hijo, sino que, además, lo hiere son sus palabras y sus actos.

Y la otra arista del reclamo por Cedric tiene que ver con Delphi, quien acompaña a Amos a la casa de Harry y se presenta como su sobrina, es decir, como la prima de Cedric. Sin embargo, detrás de ese pedido de una bruja en apariencia inocente por la cual además Albus llega a sentirse atraído, se esconde una oscura verdad que se revela con el correr de las páginas: Delphi es la hija del mismísimo Lord Voldemort. Anoten otro punto para los autores, por favor.
¿Qué otros condimentos tiene la historia como para convencer a aquellos fanáticos renegados que estén en la misma situación en la que me encontraba yo antes de darle una oportunidad a El legado maldito? Hay alteraciones en el presente por las modificaciones que se producen en el pasado, hay un sinfín de referencias a hechos de los libros anteriores y, como si todo eso fuera poco, vuelven a entrar en escena dos personajes que son amados por todos los Potterheads: Albus Dumbledure y Severus Snape. Créanme, fanáticos negados: la historia contada en Harry Potter y el legado maldito —que no tiene la estructura de una novela, sino la de una obra de teatro— vale la pena ser leída, aunque sea para confirmar que la negación estaba justificada. Pero les apuesto que las sensaciones que los invadirán a medida que vayan dando vuelta las páginas serán más positivas que negativas.
Imagen destacada: Martín Bugliavaz.

