Italia y España, mucho más que «tanos» y «gallegos»
Como resultado de las inmigraciones masivas que se produjeron a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, los argentinos —y especialmente los porteños— suelen decir que son descendientes de los barcos. Y esa migración hacia un país que por aquel entonces estaba entre los más destacados de la escena mundial tuvo como principales protagonistas a italianos y españoles.
Asimismo, la mayoría de aquellas personas que emigraron desde Italia y España para poblar una inhóspita y floreciente Argentina provenían de la ciudad italiana de Nápoles —capital de la región de Campania— y de lo que hoy es la comunidad autónoma española de Galicia. Napolitanos y gallegos, o «tanos» y «gaitas» según el coloquialismo de los argentinos, que en aquel entonces, sin saberlo, estaban creando estereotipos para englobar a todos los inmigrantes italianos y españoles. Una mala costumbre que perdura en la actualidad.
Sin embargo, ni Italia es sólo Nápoles ni España es sólo Galicia. Porque las dos naciones que de una forma u otra fueron parte de los cimientos de la Argentina poseen una vastedad cultural que va más allá de una vulgar catalogación y, por ende, bien vale la pena conocerlas un poco más.
ITALIA: MUCHAS REGIONES Y UNA INFINIDAD DE DIALECTOS
Italia está divida geopolíticamente en un total de 20 regiones que, a su vez, están agrupadas en 5 áreas: Italia noroccidental (Liguria, Lombardía, Piamonte y Valle de Aosta); Italia nororiental (Emilia-Romaña, Friuli-Venecia Julia, Trentino-Alto Adigio y Véneto); Italia central (Abruzos, Lacio, Marcas, Molise, Toscana y Umbría); Italia meridional (Basilicata, Calabria, Campania y Apulia) e Italia insular (Cerdeña y Sicilia).
Por otra parte, 5 de esas 20 regiones son consideradas autónomas: Valle de Aosta, Friuli-Venecia Julia, Trentino-Alto Adigio, Cerdeña y Sicilia. ¿Qué quiere decir esto? Que poseen una mayor autonomía que el resto de las regiones por cuestiones políticas, geográficas e históricas. Así, gozan de un presupuesto mayor y, además, su estatuto sólo puede ser modificado a través de una reforma constitucional.
A su vez, cada una de las 20 regiones está compuesta por provincias y posee una capital, que en muchos casos se trata de ciudades conocidas administrativamente como ciudades metropolitanas. Dentro de las ciudades más destacadas se encuentran Roma (capital de Lacio y de la nación), Milán (Lombardía), Turín (Piamonte), Venecia (Véneto), Florencia (Toscana), Palermo (Sicilia) y la ya mencionada Nápoles, capital de Campania y popular en el territorio rioplatense.
Y justamente al hablar de lo inapropiado que resulta identificar a todos los italianos con el término «tanos», también es necesario que aclarar que no necesariamente eran napolitanos todos aquellos inmigrantes que arribaron a la Argentina y decían serlo. ¿Por qué? Sencillamente porque en esa época los viajes se hacían en barco y el principal puerto de la región meridional de Italia era el de Nápoles. Es por esta razón que muchos italianos que provenían de distintas partes del sur de Italia directamente afirmaban ser de Nápoles pues esa era la ciudad desde la cual partían desde su país.
Esta diferenciación es importante pues todas las regiones de Italia tienen características que las hacen culturalmente únicas y, aún hablando del sur del país, no es lo mismo un sardo que un siciliano. Si se mira hacia el norte, no es lo mismo un piamontés que un lombardo. E incluso si se hila más fino y se ahonda dentro de cada región, se descubrirá que la idiosincrasia varía de una ciudad a la otra.
Además, un indicador de la variedad cultural existente en Italia es la cantidad de dialectos que se hablan a lo largo y ancho del territorio. Porque lo cierto es que cada región tiene una lengua propia que mezcla las características del idioma que todos conocemos como italiano (que, dicho sea de paso, deriva del dialecto toscano) con las lenguas de aquellos Estados que limitaron y limitan con la península itálica. Así, por ejemplo, existen dialectos hablados en el norte de Italia que tienen influencia del francés (como el piamontés o el lombardo) o dialectos hablados en el sur que tienen influencias del catalán (como el alguerés) e incluso del árabe (como el siciliano).
ESPAÑA: COMUNIDADES AUTÓNOMAS CON MARCADAS DIFERENCIAS DE IDENTIDAD
De forma similar a Italia, España está dividida políticamente en 17 comunidades autónomas, que a su vez se componen de provincias y también cuentan con una ciudad capital. Ellas son Andalucía, Aragón, el Principado de Asturias, las Islas Baleares, Canarias, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Cataluña, la Comunidad Valenciana, Extremadura, Galicia, La Rioja, la Comunidad de Madrid, Murcia, la Comunidad Foral de Navarra y el País Vasco. Además, existen dos ciudades autónomas que se encuentran separadas de la España continental y están más próximas a África, más precisamente a Marruecos: Ceuta y Melilla.
Sin embargo, a diferencia de la tierra de Dante Alighieri en España la autonomía de cada una de esas comunidades autónomas difiere, pues algunas cuentan con cuerpos de policía propios —como Cataluña, Navarra y el País Vasco— y otras cuentan con regímenes fiscales especiales —como Canarias, Navarra y el País Vasco—.
En ese sentido, es importante aclarar que 8 de ellas con consideradas «nacionalidades históricas»: Andalucía, Aragón, las Islas Baleares, Canarias, Cataluña, la Comunidad Valenciana, Galicia y el País Vasco. ¿De qué se trata? El término surgió a raíz de la creación de la Constitución española de 1978, cuando en plena reorganización territorial Cataluña, Galicia y el País Vasco solicitaron tener una mayor autonomía que el resto de las comunidades argumentando ser «nacionalidades históricas» por ser las primeras en haber comenzado un proceso de autonomía del Estado central español en 1931 (que luego se vio interrumpido por la Guerra Civil que estalló en 1936).
El término de «nacionalidad histórica» se refiere a una identificación cultural que, en teoría, diferencia a ciertas comunidades del resto de España. Pero lo cierto es que la definición sigue generando polémica hasta el día de hoy no sólo por las distintas interpretaciones que se le da a la diferenciación entre nación y nacionalidad, sino también porque cada comunidad española podría legítimamente argumentar que tiene características culturales singulares que las distinguen del resto.
Y aunque la cuestión de las nacionalidades históricas puede parecer un detalle menor, en realidad no lo es. Porque justamente en una época en la cual Cataluña está reclamando cada vez más insistentemente por una independencia total de España, las diferencias que atraviesan a la nación ibérica vuelven a estar en el centro de la escena tal como ocurrió en tantas otras oportunidades a lo largo de su historia. Diferencias que pasan por la cultura de los distintos pueblos de España, algo que se ve reflejado claramente al identificar la gran cantidad de idiomas que con cooficiales junto con el español en las distintas comunidades autónomas: el catalán (en Cataluña y las Islas Baleares); el valenciano, que es considerado una variación del catalán (en la Comunidad Valenciana); el gallego (en Galicia); el euskera (en el País Vasco y Navarra); el asturiano (en Asturias) y el aranés (también en Cataluña).
EL ORIGEN Y LAS POLÉMICAS DE LOS IDIOMAS OFICIALES
Más allá de sus diferencias, Italia y España tienen en común la polémica en torno a sus idiomas oficiales: el italiano y el español, respectivamente. ¿A qué se debe? A la resistencia de gran parte de sus habitantes a aceptarlo totalmente.
El italiano es, como se mencionó anteriormente, una variación originaria de Florencia del toscano, que, a su vez, deriva del arcaico florentino. A pesar de que no está oficializado en la Constitución, el italiano es el idioma obligatorio en toda Italia más allá de que en cada región existen distintos dialectos. Lo curioso del caso es que a lo largo de la historia el Estado italiano cambió su mirada en relación a las distintas lenguas que se hablan en el país: mientras que en el pasado se promovió la difusión del italiano estándar en detrimento de los dialectos —se lo consideraba superior por ser el idioma en el cual Dante Alighieri escribió La divina comedia—, actualmente se intenta preservar los idiomas propios de cada región para que no se terminen muriendo con el paso del tiempo.
En el caso del español la cuestión es distinta. Porque mientras en Italia se aceptó al italiano estándar como idioma nacional, en España el idioma oficial es resistido en aquellas comunidades autónomas donde se hablan otras lenguas. Tal vez el caso más representativo sea el de Cataluña, donde el idioma español no es escuchado con agrado a pesar de ser oficial allí también.
¿A qué se debe el rechazo al español, que también es conocido como castellano? Justamente a ese origen del idioma: Castilla. Surgido como un condado de la península ibérica, Castilla con el tiempo expandió sus límites geográficos y eso derivó en la proliferación del castellano en las distintas partes de lo que hoy es España, donde luego a través de diferentes procesos migratorios logró prevalecer ante las demás lenguas que hoy en día son reivindicadas por sus hablantes.
Las diásporas que provocaron el hambre y la guerra en Europa llevaron a la estereotipación de aquellos italianos y españoles que decidieron abandonar su país en busca de una vida mejor, pero tanto Italia como España son naciones pluriculturales que no merecen ser restringidas a simplificaciones. Porque ni todos los italianos son «tanos» ni todos los españoles son «gallegos».
Imagen destacada: Martín Bugliavaz.