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«La naranja mecánica», «La Purga» y dos formas distópicas de resolver la violencia

Las obras que presentan en su argumento un mundo distópico siempre resultan interesantes, pues allí el autor imagina cómo sería una sociedad en la cual ciertas problemáticas de su mundo real no llegan a ser resueltas e incluso toman una mayor dimensión. Eso es lo que ocurre con dos obras que a primera vista parecen incomparables, pero que en esencia plantean un mismo escenario: un mundo destrozado por la violencia. Se trata de La naranja mecánica, una novela de Anthony Burgess, y La purga, una película escrita y dirigida por James DeMonaco.

Seguramente muchas personas asocien el título de La naranja mecánica con la elogiada película de 1971 de Stanley Kubrick, pero lo cierto es que sólo se trató de una adaptación de la obra de 1962 del escritor británico Anthony Burgess, que, en lo que actualmente es conocido como su trabajo más representativo, imaginó una Inglaterra sumida en la violencia irrefrenable e incomprensible de una juventud descontrolada.

Burgess plantea una realidad en la cual los jóvenes ingleses se asocian en bandas y, enajenados por el consumo de drogas, cometen todo tipo de delito habido y por haber: robos, vandalismo y violaciones, entre muchos otras aberraciones. Y, ante esa violencia que observaba en las calles todos los días, el escritor mancuniano ideó una solución literaria para erradicarla: un tratamiento psiquiátrico llevado a cabo por el propio Estado para desterrar la violencia ya desde las mentes de los criminales. Una especie de experimento que hace que los sujetos de prueba se sientan mal física y mentalmente ante el más mínimo atisbo de violencia.

Podría decirse que esa solución de Burgess sería pacífica, pues no se combate la violencia con más violencia. Ahora bien, en las antípodas se encuentra el film de James DeMonaco. El estadounidense, que en La purga hizo las veces de guionista y director, creó una obra en la cual la violencia es protagonista en todo sentido, pues es parte tanto del problema como de la solución. ¿De qué se trata? De unos Estados Unidos que, cansados de tantos crímenes en sus calles, proponen una innovadora y drástica solución: establecer un día al año en el que todo vale. Durante veinticuatro horas, el Estado les brinda a los estadounidenses la libertad de cometer cualquier delito que se les venga a la mente, con la idea de que durante esa jornada se purguen todos los pecados que, de manera contraria, estarían presentes a lo largo del resto del año.

Ambas ideas parecen descabelladas. La primera, más propia de la ciencia ficción; la segunda, más tendiente al horror. Sin embargo, ¿son realmente descabelladas? Filosóficamente, ambas obras invitan a la reflexión: en un mundo en el que la violencia se hace presente en cada ámbito de nuestras vidas, ¿qué estamos dispuestos a hacer para contrarrestarla y derrotarla? O, mejor dicho, ¿hasta dónde estaría dispuesto a llegar el Estado para lograr ese cometido?

La comparación de estos trabajos de Burgess y DeMonaco es interesante por dos motivos. El primero de ellos tiene que ver con que, tras más de cincuenta años, nuestro planeta no ha podido avanzar como se supone que una especie racional debería avanzar. Porque La naranja mecánica, que fue publicada en 1962, nos muestra problemas similares a los expuestos en La purga, que fue estrenada en 2013. Y el otro motivo es justamente esa dicotomía a la hora de encarar un problema que nuestra raza no parece poder resolver: ¿combatimos la violencia de forma pacífica o con más violencia? ¿Qué sería lo más efectivo para desterrar, si es que eso fuera posible, la violencia existente en nuestro mundo? Y, por sobre todas las cosas: ¿el Estado realmente quiere que esa violencia, que resulta lucrativa en diversos ámbitos, sea cortada de raíz?

Imagen destacada: Martín Bugliavaz.

Periodista y escritor. Me gusta contar historias.

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