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Los centenarios Baños Széchenyi de Budapest: historia, majestuosidad y placer

Para todos aquellos viajeros románticos, el arte de viajar implica no sólo trasladarse de un lugar a otro, sino también de una época a otra. Por eso, para ellos existe un lugar idílico que fácilmente puede transportarlos a otro siglo, a otra sociedad y, por cuestiones políticas, a otra nación. Se trata de los fascinantes Baños Széchenyi de Budapest.

La fachada de los Baños Széchenyi desde el Parque de la Ciudad. Foto: Martín Bugliavaz

La capital de Hungría es también conocida como la «Capital mundial de las aguas termales», pues cuenta con más de ochenta manantiales geotérmicos naturales a los cuales se suman otras más de veinte fuentes artificiales. Es por eso que a lo largo y ancho de la ciudad se pueden encontrar tantos baños termales como gustos tengan las personas, pero, sin lugar a dudas, los Széchenyi son los más especiales de todos.

Inaugurados en 1913 cuando todavía Hungría formaba parte del Imperio austro-húngaro, los Baños Széchenyi —que llevan el nombre de Esteban Széchenyi, un héroe nacional— se encuentran en el Parque de la Ciudad (Városliget, en húngaro), a pocos metros del centro de Budapest. Y justamente esa proximidad, que permite realizar el trayecto a pie, es parte de la magia que poseen los baños. Porque si se comienza el recorrido desde el casco histórico de la ciudad, en el camino se puede ir divisando la arquitectura de la capital húngara, que es imponente e invita a trasladarse a su época imperial. Una arquitectura que se corona justamente cuando se llega a los Baños Széchenyi, cuya fachada neobarroca ya adelanta que se está a punto de entrar a un sitio sublime.

ARQUITECTURA, ESCULTURAS, AGUAS TERMALES Y MÍSTICA

La atmósfera que se respira dentro del edificio es electrizante, pues el interior confirma rotundamente lo que ya anunciaba el exterior: que se está ingresando a un lugar que transporta a otra época. Que tiene mística. Porque sacando la modernidad presente en la pulsera y en los molinetes de acceso a los cambiadores, todo el resto evoca al pasado: las puertas de madera maciza y bien acabada, las cerámicas níveas de las paredes, los dibujos en las baldosas del piso y las delicadas luminarias empotradas en el techo.

Sin embargo, todo eso —que ya de por sí es cautivante— se queda corto cuando realmente se ingresa a los baños. Porque si los vestuarios ya trasladaban a aquellos años del poderoso Imperio austro-húngaro, las piscinas se convierten en el combustible que termina de acelerar esa nave que lleva a viajar en el tiempo. En total, son quince piscinas cubiertas y tres descubiertas —todas con distintas temperaturas— las que conforman los Baños Széchenyi, que además cuenta con un sauna que se torna imprescindible en esa vorágine de los cambios de temperatura que se van experimentando al recorrer el lugar.

Tanto el agua como el sauna relajan, y eso ya de por sí justifica la entrada al lugar, que es económica teniendo en cuenta que vale para pasar todo el día allí. Sin embargo, quedarse sólo con la faceta de los Baños Széchenyi sería injusto, pues lo que hace la diferencia es ese agregado extra que le brindan la historia y la majestuosidad. Una historia que se puede imaginar al ver a los húngaros ancianos jugando apaciblemente al ajedrez en las piscinas descubiertas, pero también en toda la arquitectura del edificio y en las esculturas presentes en el exterior, donde se amalgama perfectamente con esa majestuosidad que sólo se puede encontrar mirando hacia el pasado.

Muchas veces, el turista elige una ciudad solamente por una actividad que quiere realizar o un hito que quiere conocer. Más allá de los gustos, ir a Budapest solamente por una o por pocas cosas sería un desperdicio, pues la ciudad posee un sinfín de bondades para disfrutar. No obstante, si a alguien se le ocurriese ir a la capital húngara solamente para visitar los Baños Széchenyi, puede quedarse tranquilo de que la decisión no será errada. Algo que confirmará cuando esté en cualquiera de las piscinas descubiertas, sumido en cálidas aguas termales, envuelto por el adormecedor vapor que flota en el aire y rodeado por obras de arte arquitectónicas y escultóricas.

Imagen destacada: Martín Bugliavaz.

Periodista y escritor. Me gusta contar historias.

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