«Sobre héroes y tumbas», la oscuridad de la ceguera y la soledad
Si alguien te dijera que una obra que estuvo a punto de ser echada al fuego se terminó convirtiendo en la mejor novela argentina del siglo XX, ¿lo creerías? Suena increíble, sí, pero eso fue lo que ocurrió con Sobre héroes y tumbas de Ernesto Sabato.
El escritor nacido en la ciudad bonaerense de Rojas publicó la obra en 1961 tras ser convencido por Matilde, su mujer, quien lo alentó a conservar una obra que le parecía distinta. Y vaya que lo es, porque en ella Sabato hizo un despliegue de todas esas características que distinguen a su literatura: la soledad, la oscuridad, sus orientaciones políticas y una extraña y llamativa obsesión con los ciegos.
«Dedico esta novela a la mujer que tenazmente me alentó en los momentos de descreimiento, que son los más. Sin ella, nunca habría tenido fuerzas para llevarla a cabo. Y aunque habría merecido algo mejor, aun así, con todas sus imperfecciones, a ella le pertenece».
Dedicatoria de Ernesto Sabato a Matilde, su mujer, en Sobre héroes y tumbas (1961)
MUCHOS PERSONAJES IMPORTANTES Y UNA ESTRUCTURA ORIGINAL
El argumento de la novela gira en torno a cuatro personajes: Martín, Alejandra, Fernando y Bruno. Y si bien otras historias tienen a varios protagonistas principales, lo cierto es que en Sobre héroes y tumbas todos adquieren igual protagonismo en los distintos tramos del libro, que está dividido en cuatro partes en las que cada personaje adquiere distinta relevancia.
En las primeras dos partes, El dragón y la princesa y Los rostros invisibles, los protagonistas sobresalientes son Martín y Alejandra, dos jóvenes que no llegan a los 20 años pero que viven un intenso y turbulento amor. El narrador, que en esos dos capítulos es una tercera persona, describe los sentimientos de Martín hacia Alejandra, quien posee una peculiar personalidad y se ausenta durante prolongados períodos de la vida de Martín, que hasta llega a pensar en quitarse la vida cuando Alejandra le plantea que la relación no puede continuar.
Lo interesante de esta relación pasa por los matices que Sabato le dio en una época donde la sociedad era mucho más conservadora que la actual. Entre ellos se encuentra el hecho de que Alejandra se prostituya e incluso la posibilidad de que mantenga una relación incestuosa con Fernando, que es su padre. Por otra parte, lo curioso del personaje de Alejandra es que está basado en Laura, una mujer de la cual Sabato confesó haber estado enamorado en su juventud y que poseía algunos de los rasgos que el argentino le dio a Alejandra.
La tercera parte, Informe sobre ciegos, tiene como protagonista exclusivo a Fernando, quien plantea la existencia de una turbia sociedad secreta constituida por ciegos, quienes supuestamente dominan el mundo. Lo llamativo de esta parte de la novela es que Sabato conecta la revelación de Fernando con la trama de su primera novela, El túnel, donde también hay un personaje que es ciego.
La cuarta y última parte, Un Dios desconocido, le devuelve el protagonismo a Martín pero relaciona a los cuatro personajes principales. La narración vuelve a la tercera persona, pero quien adquiere mayor notoriedad es Bruno, que de joven estuvo enamorado de la madre de Alejandra y además conocía a Fernando. En esta parte concluye la novela y tal vez su característica principal sean todos los interrogantes que se le plantean a los lectores, que tranquilamente podrán tener distintas interpretaciones del trágico final.
«Quedó largo rato pensativo y luego volvió a su obsesión: se empecinaba en recordar (en tratar de recordar) los momentos con ella, como los enamorados releen la vieja carta de amor que guardan en el bolsillo, cuando ya está alejado para siempre el ser que la escribió; y, también como en la carta, los recuerdos se iban agrietando y envejeciendo, se perdían frases enteras en los dobleces del alma, la tinta iba desvaneciéndose y, con ella, hermosas y mágicas palabras que creaban el sortilegio».
Ernesto Sabato en Sobre héroes y tumbas (1961)
LA CONTINUACIÓN DE LAS TEMÁTICAS DESARROLLADAS EN EL TÚNEL
Como se mencionó anteriormente, Sobre héroes y tumbas recoge la historia de El túnel como un caso policial más de todos los que menciona Fernando en Informe para ciegos. Y justamente la ceguera es, quizá, el tema que más llama la atención de los que Sabato repite en su segunda novela. ¿Por qué tanta insistencia con esa discapacidad? ¿Se trata de un miedo del autor a sufrirla (algo que finalmente ocurrió) o, acaso, todo se relaciona con algún ser querido que la padecía?
Por otra parte, las relaciones «tóxicas» —algo de lo que tanto se habla hoy en día— se repite en Sobre héroes y tumbas tras estar presente en El túnel. Mientras que en la primera de sus novelas Sabato se centra en la obsesión que Juan Pablo Castel sufre por María Iribarne, en la segunda el escritor plantea algo muy similar con Martín y Alejandra. Y en ambos casos se repiten dos patrones: los hombres son quienes desean apasionada y hasta enfermizamente a las mujeres, quienes, por su parte, por distintos motivos deciden alejarse de ellos. Además, como si todo eso fuera poco, en ambas novelas las mujeres terminan muriendo.
Y la característica que más está a la vista en ambas obras es el tono. Porque tanto en El túnel como en Sobre héroes y tumbas la oscuridad, la melancolía y los personajes sombríos son una regla que distinguen a la literatura de un autor que, en su época, se animó (a pesar de sus miedos y dudas iniciales) a hablar sobre temas que incluso actualmente son considerados tabúes.
«Sobre todo, existe una esencial disparidad entre los ciegos de nacimiento y los que han perdido la vista por enfermedad o accidente. Por supuesto, los advenedizos adquieren con el tiempo mucho de los atributos de la raza, en parte por el mismo mecanismo que mimetiza a los judíos en medio de una raza que los odio o desprecia. Porque, y este es un hecho singular, el odio que los ciegos tienen por los videntes es superado por el que tienen a los advenedizos».
Ernesto Sabato en Sobre héroes y tumbas (1961)
El nombre de Sobre héroes y tumbas, al igual que el final de su trama, queda en manos de cada lector. Podría decirse que los héroes son los propios personajes, quienes a su manera realizan distintas proezas; algunos sobreponerse a la tristeza, otros afrontar cosas desconocidas. También podría decirse que las tumbas hacen referencia a la cantidad de muertes mencionadas en la historia. Todo eso podría ser así o no, pero lo cierto es que, gracias a todo su contenido, Sobre héroes y tumbas quedó en la historia por ser la mejor novela argentina del siglo XX. Y no es ni de Jorge Luis Borges ni de Julio Cortázar —los nombres que más suelen estar asociados a la literatura argentina—, sino que la distinción le pertenece a Ernesto Sabato.
Imagen destacada: Martín Bugliavaz.