
Un hombre invisible que no parece de ciencia ficción
Aunque parezca mentira, todo comenzó en 1897. Sí, en el siglo XIX. En ese año, el escritor inglés Herbert George Wells publicó por primera vez El hombre invisible, una obra que se convertiría en un clásico del horror de todos los tiempos, aunque seguramente muchos conozcan ese título por una variada cantidad de versiones cinematográficas. Una variedad que este año sumó un nuevo film a la colección.
El 28 de febrero fue el estreno de la película con el ya conocido título, esta vez dirigida por el australiano Leigh Whannell y protagonizada por la estadounidense Elisabeth Moss. Puede lucir como una mera formalidad, es importante resaltar estos dos nombres porque fueron vitales para la renovación de una historia que ya fue contada en muchas oportunidades.
Porque en una era cinematográfica donde los remakes son casi tan habituales como las producciones originales, el estreno de este nuevo relato del hombre que logra volverse invisible representa una particularidad. Como si fuera un oasis en el medio del desierto. Porque es verdad, la historia la conocemos todos: un científico que quiere destacarse y logra algo descomunal. Pero los guionistas le encontraron esa vuelta de tuerca necesaria y lograron hacer algo distinto y, fundamentalmente, adaptado al siglo XXI. Como para variar después de más de cien años, ¿no?
Esta vez, el hombre de ciencia no busca cambiar su vida con un hallazgo científico ni tampoco es un ladrón. El clásico apellido Griffin (Oliver Jackson-Cohen) ahora representa a un reconocido experto en el campo de la óptica que construyó un traje repleto de cámaras que logran desviar la luz y así evitar ser visto a toda aquella persona que lo use. El mismo concepto, pero con la utilización de la más sofisticada tecnología.
Ahora bien, más allá de eso, lo realmente interesante es cómo el film muestra una problemática corriente en la sociedad actual como lo es el acoso. Porque Griffin no dio a conocer un invento que lo podría haber hecho mucho más destacado y millonario de lo que ya es, sino que lo usa para mantener atada a su lado a su esposa Cecilia, interpretada por Moss, quien con una destacada actuación logra expresar los sentimientos de opresión que su pareja le hace vivir tanto cuando estaba con él como cuando lo dejó y él decidió usar su creación para atormentarla.
Es así como a lo largo de dos horas la cinta mantendrá al espectador concentrado y hasta angustiado por la desesperación vivida por Cecilia al sentir que no puede deshacerse en ningún momento de una persona que la acecha y que no acepta su decisión de haber terminado la relación que los unía. Una fantasiosa y original manera de representar una realidad que, paradójicamente, para muchos parece ser invisible.
Imagen destacada: Universal Studios.

