«La ciudad y los perros», una novela original y vanguardista que revolucionó la literatura latinoamericana
A partir de la década de 1960 la literatura latinoamericana floreció a un ritmo frenético. Desde distintas partes del continente surgieron, entre otros, nombres como los de Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, quienes con sus originales estilos lograron no sólo tener éxitos en sus respectivas tierras, sino también en el mundo entero. Pero todo gran movimiento tiene un pionero, y en este caso fue el peruano Vargas Llosa con su primera novela: La ciudad y los perros.
A pesar de que ya había publicado cuentos, ensayos y hasta obras de teatro, con La ciudad y los perros el escritor arequipeño empezó a hacerse un nombre en el mundo de la literatura. Publicada en 1963 por Seix Barral tras ganar el Premio Biblioteca Breve de Novela otorgado por la misma editorial, La ciudad y los perros rápidamente adquirió notoriedad tanto por su particular estilo literario como por la controversial historia que relata.
¿De qué se trata, entonces, tan destacada obra? La ciudad y los perros transcurre en Lima, la capital del Perú, pero más precisamente dentro de las instalaciones del Colegio Militar «Leoncio Prado», una prestigiosa escuela secundaria peruana que existe en la realidad y a la cual asistió el propio Vargas Llosa durante dos años. Influido por aquel tiempo vivido en el Leoncio Prado, el autor cuenta la historia de distintos jóvenes compañeros del último año que se ven enredados en conflictos amorosos, actos delictivos y, por sobre todas las cosas, mucha violencia.
Lo más original de la novela es la narración, pues varios personajes son los que toman el mando a la hora de relatar los hechos en primera persona. Este particular detalle fue toda una novedad para la época, pues la historia sigue una línea temporal pero se va narrando a través de distintas voces que la enriquecen con distintos matices. De todas formas, la principal de todas ellas es la de Alberto Fernández —conocido como «el Poeta»—, quien es el que aporta más en la construcción de un argumento que tiene como conflicto mayor el asesinato de Ricardo Arana, a quien sus compañeros apodan como «el Esclavo».
Y es justamente el personaje del Esclavo el trascendental en la novela, tanto en lo que a la historia se refiere como también en las controversias que generó. Porque Arana es una persona retraída, tímida y correcta a la cual sus compañeros toman de chivo expiatorio para descargar toda una violencia que, a su vez, ellos reciben por parte de unos docentes militares que no tienen piedad a la hora de aplicar disciplina. De hecho, el Esclavo es tomado tan de punto por los demás que incluso es supuestamente asesinado por uno de ellos en represalia por una supuesta delación que el pobre Arana nunca cometió.
Y lo de la suposición del crimen se debe a otra genialidad de Vargas Llosa, que logró dejar una novela con un final abierto a la libre interpretación. Porque si bien el Jaguar —integrante de una banda delictiva conocida como «El Círculo»— es quien se termina haciendo cargo del asesinato a pesar de haberlo negado rotundamente cuando el Poeta lo acusó, nunca termina de quedar bien claro si efectivamente mató al Esclavo o si, en su rol de cabecilla del grupo perjudicado por esa delación que Arana no cometió, quiso proteger a los demás.
A pesar de que La ciudad y los perros fue justamente reconocida por lo cautivante de su historia y por la originalidad de su estructura, también fue duramente criticada por los militares peruanos, quienes se sintieron fuertemente agredidos y difamados por un escritor que había estado en las filas del colegio y que en sus memorias confesó haber sufrido muchos malos tratos a lo largo de los dos años que permaneció en la institución. En ese sentido, la novela también fue vanguardista porque se animó a dar una mirada negativa de las Fuerzas Armadas en una época en la cual nadie se había atrevido a poner en tela de juicio las prácticas llevadas a cabo en una institución tan importante para el Perú como lo era el Leoncio Prado.
LEONCIO PRADO Y EL COLEGIO QUE LLEVA SU NOMBRE
Leoncio Prado Gutiérrez fue un militar peruano que, a pesar de haber muerto a sus jóvenes 29 años, participó de numerosos e importantes conflictos bélicos en los cuales su país estuvo involucrado. Hijo de Mariano Prado Ochoa y hermano mayor de Manuel Prado Ugarteche —ambos llegaron a ser presidentes del Perú—, Leoncio comenzó su carrera militar a los doce años y tuvo una destacada actuación en diversos combates libertarios ante el Imperio español no sólo en su país —donde es considerado un héroe nacional—, sino también en Cuba.
Tras muchos éxitos militares obtenidos en suelo peruano y cubano, Prado encontraría la muerte durante la Guerra del Pacífico, en la cual su país y Bolivia se enfrentaron a Chile. Cuando el conflicto estaba por comenzar, Prado se encontraba en los Estados Unidos planeando intervenir en la guerra de independencia de Filipinas, algo que consideraba crucial para lograr la independencia cubana. Sin embargo, al enterarse de que el Perú entraría en combate, decidió cambiar sus planes para retornar a su tierra, donde sería capturado dos veces. Lo particular de esas detenciones es que tras la primera de ellas fue dejado en libertad por militares chilenos que, en reconocimiento a su honorable nombre, lo dejaron marchar con la promesa de que no volvería a tomar parte en la guerra. Prado hizo el juramento pero inmediatamente lo rompió al volver a combatir, algo que aquella vez ya no le fue perdonado. Luego de ser capturado durante la Batalla de Huamachuco en 1883, el héroe fue fusilado por faltar a su palabra. De todos modos, se dice que quienes tuvieron que darle muerte se habían encariñado con él por su carisma y honradez, al punto tal que dispararon con lágrimas en los ojos.

La figura de Leoncio Prado se convirtió en algo tan importante para el Perú que, sesenta años después de su muerte, su nombre todavía estaba presente en el recuerdo de las Fuerzas Armadas de su país. Fue por eso que el 18 de enero de 1944 —durante la presidencia de su hermano Manuel Prado Ugarteche— se le puso su nombre a una escuela secundaria militar que había nacido el 27 de agosto de 1943 bajo el nombre de Colegio Nacional Militar.
El objetivo de la creación de la escuela era formar ya desde el nivel secundario a aquellos jóvenes que quisieran luego hacer una carrera militar, para que se familiarizaran con los valores de las Fuerzas Armadas y con la disciplina castrense, algo que cautivó a muchos padres que decidieron enviar a sus hijos para que, por diferentes motivos, fueran educados severamente. Y se ve que realmente así era, pues la prestigiosa institución peruana dejó marcados a muchos jóvenes que pasaron por sus instalaciones con el paso del tiempo, algo que Vargas Llosa se encargó de inmortalizar con su reconocida novela La ciudad y los perros.
Imagen destacada: Martín Bugliavaz.



