
«Sostiene Pereira», una reivindicación del rol del periodismo en la sociedad
No son pocos los que afirman que el periodismo es el cuarto poder de una república. Sin embargo, podría decirse que ese poder recae más en aquellos que comandan los medios de comunicación que en esas personas que deberían ser sus verdaderos artífices: los periodistas. Una situación que —en mayor o menor medida— siempre existió y que el escritor italiano Antonio Tabucchi se encargó de plasmar en Sostiene Pereira.
La novela publicada en 1994 tiene como protagonista a Pereira, un anciano periodista portugués que reside en Lisboa y que está a cargo de la sección cultural del diario vespertino que lleva el mismo nombre que la ciudad. Al igual que como ocurre en Tren nocturno a Lisboa de Pascal Mercier, la historia está ambientada en un Portugal gobernado por el dictador António de Oliveira Salazar, un detalle no menor pues la dictadura forma parte de la esencia de la obra.
«Sostiene Pereira que desde hacía tiempo había cogido la costumbre de hablar con el retrato de su esposa. Le contaba lo que había hecho durante el día, le confiaba sus pensamientos, le pedía consejos».
Antonio Tabucchi en Sostiene Pereira (1994)
Tabucchi relata en tercera persona los sucesos que se producen desde que Pereira conoce en Lisboa a un joven filósofo llamado Francesco Monteiro Rossi hasta que decide partir hacia Francia en busca de un exilio forzado por la conflictiva situación política que atraviesa Portugal. Sin embargo, hasta llegar a esa decisión el autor le va dando forma a un entrañable personaje principal que se ve superado por serios dilemas existenciales que abarcan desde lo político hasta lo metafísico.
Pereira es un hombre con sobrepeso, solo y viudo que le habla al retrato de su mujer muerta. Una combinación angustiante que lo lleva a pensar constantemente en la muerte y que se potencia al leer la tesis de grado acerca de la muerte que escribió Monteiro Rossi, a quien convoca para que lo ayude a escribir necrológicas y efemérides para el periódico. De todas formas, lo que en un principio parecía una relación profesional se termina convirtiendo en una relación personal cuando el periodista empieza a sentir cariño por un joven filósofo que es incapaz de escribir artículos publicables porque no puede dejar de lado sus ideales.
Los matices de la relación entre Pereira y Monteiro Rossi son los condimentos que mejor sabor le dan a la historia. Porque Pereira, que al principio del relato no puede creer la desfachatez de su ayudante al criticar duramente a ciertos escritores por sus ideologías políticas, con el correr de las páginas va comprendiendo más las ansias se expresión de un joven que está en contra del régimen de Salazar, que finalmente lo persigue hasta asesinarlo. Y justamente es en memoria de su joven pupilo —a quien llega a querer como el hijo que nunca tuvo— que Pereira decide arriesgar su vida para publicar en el Lisboa los pormenores del asesinato antes de huir a Francia.

Pero Sostiene Pereira es más que eso. Porque es una novela histórica que no sólo cuenta uno de los periodos más oscuros de la historia de Portugal, sino que además logra atrapar al lector con los pormenores de una pintoresca Lisboa de principios del siglo XX. Así, el tranvía de la capital portuguesa, el Café Orquídea donde Pereira come omelettes a las finas hierbas y el restaurante del Rossio son algunos de los detalles que le otorgan a la obra tintes de clásico más allá de no haber cumplido aún los 30 años de vida.
Y como si todo lo anterior fuera poco, también podría decirse que Sostiene Pereira es la historia de un héroe real. ¿Por qué? Porque Tabucchi explicó que a la hora de crear a uno de sus más famosos personajes se inspiró en un periodista portugués que había sido reconocido en su país por atreverse a desafiar al gobierno de Salazar. Una noticia con la cual se topó en una visita a Lisboa y que, aunque en ese momento todavía no lo sabía, lo ayudaría a darle vida a uno de esos héroes que no luchan con una capa y una espada, sino con la pluma y la palabra.
Imagen destacada: Martín Bugliavaz.

